La huella digital es todo rastro de la vida online que queda en la web: desde las fotos y los videos que subimos a las plataformas o la información personal que cargamos en redes y páginas web, hasta la metadata más "invisible" que aceptamos, muchas veces sin darnos cuenta, mientras navegamos por Internet. La gran mayoría de esta información no puede ser borrada, se almacena en espacios virtuales, lo que crea una huella permanente de nuestro paso por los entornos digitales.
En tu experiencia en talleres trabajando con chicos y chicas, ¿qué temas notás que preocupan relacionados a la huella digital?
Por un lado, antes de subir cualquier contenido, es importante pensar cuáles pueden llegar a ser sus consecuencias presentes y a futuro. Es común que los niños, niñas y adolescentes no dimensionen el alcance y proyección en el tiempo de lo que publican en Internet. Cuanto más pequeños, la temporalidad y el alcance son más difíciles de comprender, por lo tanto, es fundamental conversar sobre esto y acompañar para que cuiden su huella digital.
También es necesario reflexionar sobre la llamada: “paradoja de la privacidad”. Es posible que haya un interés en cuidar nuestra información personal, pero que igual la sigamos divulgando a cambio de los servicios y comodidades que brindan las apps. Esto sucede, por ejemplo, cuando se aceptan las cookies de una página sin leer o se da acceso a información del celular cuando se baja una nueva app. Las empresas pueden utilizar estos datos para un correcto uso de la aplicación, pero también para realizar campañas publicitarias dirigidas, perfeccionar su propio producto o vender los datos de las personas usuarias a otras empresas.
Las controversias sobre la privacidad de los datos personales exigen políticas de regulación de las plataformas que protejan a los ciudadanos, especialmente a los niños y niñas. El Convenio Internacional 108 sobre la protección de datos de carácter personal elaboró lineamientos claves en áreas como la Inteligencia Artificial, la gobernanza de Internet y los medios de comunicación, pero son pocos los países fuera de Europa que lo han ratificado. Niños, niñas y adolescentes tienen que aprender a ser críticos con la información que entregan y comprender para qué se utiliza, a la vez que los estados deben accionar para proteger sus derechos.
Las redes cuentan con múltiples herramientas de configuración de la privacidad y recursos para definir con quién interactuar y elegir qué personas pueden acceder a las publicaciones que compartimos. Es recomendable sugerir a niños, niñas y adolescentes que tengan sus cuentas privadas siempre y que solo acepten a personas que conozcan.
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